viernes, 21 de diciembre de 2012

ASTIGMATISMO


Al principio quise convencerme de que era otra persona.  Pero no, mis sentidos no mentían: era ella, y estaba parada frente a mí.  Podría decirse que era de esperarse: estaba en medio de una guerra con el pecho como un pan mojado de tanto plomo recibido y cada vez que tosía, salpicaba de sangre el polvoriento suelo.  El sudor y los escalofríos llegaban a darle fuerza a mi argumento: era el momento, era ella.  Me arrastré como pude hasta sus pies y tosí nuevamente.  Esta vez con más fuerza.  Me llevé la mano a la boca para taparla, para tapar el disparo de sangre que se fugaba de mis entrañas, y cuando terminé de escupir la sangre que quedaba dentro de mi boca, le grité bastante furioso: ¿Qué esperas?, ¡llévame ya! ¡Hazlo rápido, haz tu trabajo!  A lo que ella me respondió apaciblemente: “eso no me toca a mí.  Yo soy la Tuberculosis, solamente vengo a ver el final y firmar la ficha.  Ella… ella viene cabalgando una bomba que arrojarán en menos de dos minutos sobre este lugar, es medio impuntual”.

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